Ya escribimos en un post anterior, titulado «El progreso decadente», sobre el mundo que venía. Un mundo lleno de robots programados que realizan tareas repetitivas y fábricas donde existe un pequeño grupo de técnicos y algún que otro encargado de tareas de abastecimiento de robots.
Ese mundo y no otro sobrevivirá a esta pandemia. Nos preguntábamos entonces: «dónde íbamos a quedar los humanos», y respondíamos: «allí donde haya que anticiparse. Un robot no sabe hacerse preguntas».
Un robot no deja de ser una secuencia ordenada de instrucciones básicas, que alguien con capacidad y cualificación ha previsto para su funcionamiento. Un robot implica un funcionamiento ordenado.
A nuestra sociedad le ha faltado la anticipación
Los virus y las bacterias son los organismos con mayor eficiencia en su trabajo: Propagarse. Frente a estas técnicas tan eficaces sólo hay una respuesta: Anticiparse. Conocer sus procesos y combatirlos mediante vacunas. Esta pandemia no ha seguido estos criterios, porque a nuestra sociedad le ha faltado la anticipación.
Los procesos, siempre lo primero
Por otro lado, la cadena de industrialización de un producto funciona de modo similar a un laboratorio: Se estudia el proceso, se idea una solución, se protipa, se testa y finalmente se procede a la producción en masa, no sin antes establecer los procesos asociados: logística interna, producción en línea, gestión de desperdicios, logística externa, cobros y pagos.
Las empresas, están han entrado en la nueva era la de la digitalización, pero el éxito de esta depende del estudio y despliegue previo de sus procesos, lo que requiere: anticipación, análisis, corrección y finalmente, la formación de todos los intervinientes en la operativa para garantizar la concordancia entre lo pensado y lo realizado.
Sin embargo, todo esto no sería posible sin depositar la confianza en aquellos que con sus conocimientos ponen lo mejor de sí en llevarnos un paso más allá, siempre seguros.